La Puerta del Infierno
Era un día normal, como cualquier otro fui a trabajar, al salir tomé el transporte, escuchaba música y veía por la ventana el cotidiano vaivén de la gente en la calle. Llegué cansada, con la mano me daba masaje en mi cuello tenso, recordando la ropa en el cesto que tenía que lavar y esperando relajarme un poco viendo algo en la televisión, pensando aún en los pendientes de la oficina, ajena a lo que estaba a punto de encontrar. Tal vez nos relajaríamos juntos viendo una película o haciendo algo un poco más íntimo, siempre dormía mejor después de uno de nuestros encuentros. Al entrar noté que la puerta no tenía llave, algunas luces estaban encendidas, al acercarme a la habitación principal el desconcierto que sentía se transformó en miedo y después en terror, aquel asomo de un líquido viscoso rojo me dio entrada a la más cruel pesadilla. No sabía lo que estaba a punto de presenciar. Tomé fuerzas de la nada, la negación e incredulidad me impulsaron a girar lentamente el picaporte de l