El Vagabundo

Hace muchos años, en un viejo estacionamiento, permitían que un viejo vagabundo durmiera en el sótano, al fondo había construido con maderas y cartones un pequeño cuartucho, mugroso y con olor a rancio, que compartía con una vieja perra.

Se le veía caminar cansado por las calles, arrastrando un destartalado carrito en donde guardaba chácharas, cartón y latas que recolectaba para vender. Su aspecto era deplorable, su semblante triste, a pesar de su condición era un poco robusto e influía mucho miedo a los niños de la zona.

El único que no le tenía miedo era Ricardo, un chico rebelde y creído, que le gustaba abusar de los débiles, le divertía molestar al viejo, le aventaba piedras, lo insultaba, se burlaba de él, el viejo trataba de perseguirlo pero Ricardo siempre escapaba.

Un día nos enteramos de que la vieja perra había tenido cachorros, esperamos a que el viejo saliera y entramos al sótano para ver a los perritos. Estábamos tan entretenidos que no escuchamos cuando el viejo regresó, se paró atrás de nosotros asustándonos mucho.

Todos gritamos y corrimos, menos Ricardo, el viejo lo tenía agarrado del hombro para detenerlo y cobrarse las que había hecho. Lo tomó de los brazos, lo levantó y acercó su cara a la suya, Ricardo lloraba muerto de miedo, pidiéndole perdón, de los nervios mojó los pantalones, el viejo lo miro, esbozó una sonrisa, le escupió la cara y lo soltó. Ricardo se levantó del suelo y salió corriendo, no pudimos evitar burlarnos del “valiente” que siempre se reía a nuestras costillas. 

Pasó algún tiempo, pero Ricardo no olvidó la vergüenza que el hombre le hizo pasar, sentía odio y rencor conforme iba creciendo. Ahora que había crecido se sentía lo suficientemente grande para hacerle pagar al viejo la humillación.

Nos citó en el sótano del estacionamiento en la noche, nos dijo que tenía una sorpresa, que era muy importante que no lo comentáramos con nadie. Al llegar, nos sorprendió verlo escondido entre los carros, sacándole la gasolina a uno, nos dijo que conoceríamos lo que le pasaba a los que se atrevían a retarlo.

Con cuidado, se acercó al mugroso cuartucho, comenzó a rociar la gasolina en la madera y cartones, se escucharon ruidos desde adentro, el viejo se había dado cuenta y no tardaba en salir. Ricardo sacó un encendedor y prendió todo, con una patada en un madero que detenía el techo lo tumbó, cayéndole encima al viejo que estaba por salir. Como almas que llevan al diablo, salimos corriendo pero a lo lejos escuchábamos los gritos agónicos y desesperado del vagabundo que se consumía atrapado en el fuego. 

Al día siguiente nos confirmaron que había muerto, por un tiempo estuvo cerrado el estacionamiento. Al poco tiempo, los padres de Ricardo le regalaron un carro, en el estacionamiento le asignaron el único lugar desocupado, el espacio donde vivía el viejo.

Ricardo se portaba extraño, decía que sentía cosas raras al salir del auto, que tenía la sensación de ser observado y que en cuanto pudiera cambiaría ese lugar, ya que le molestaba que todavía conservara el mal olor.

Una noche vimos algunas patrullas en el estacionamiento, había un cintillo de seguridad para que nadie pasara, escuchamos que había pasado algo en el sótano y no pudimos contener la curiosidad. 

Burlamos el cintillo y bajamos, había unas lámparas de pie alumbrando el lugar de Ricardo, al acercarnos vimos algo que jamás olvidaremos.

Ricardo, o lo que parecía ser él, estaba sobre el cofre, completamente destrozado, la ropa rasgada, parecía que un oso lo hubiera atacado, los brazos, las piernas, el pecho y hasta en su cara se apreciaban profundos rasguños, los ojos desorbitados, su cabeza completamente deforme, se notaba que la había aplastando estando vivo, las pocas venas que se notaban estaban negras, era en verdad un sangriento y terrorífico espectáculo, salimos todos pálidos sin dar crédito a lo que acabábamos de ver.

La vecina que había llamado a la policía, narraba en forma histérica que había escuchado gritos espeluznantes desde el estacionamiento, había bajado a ver que ocurría y antes de encontrar el cadáver de Ricardo alcanzó a ver una figura extraña que se alejaba del estacionamiento seguida de lo que parecía un perro.

Cerraron el estacionamiento y hasta la fecha se encuentra abandonado, si algún indigente se atreve a tomarlo como refugio, extrañamente aparece muerto a los pocos días.

Por Sykanda

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