Venganza con Sabor a Libertad

No es un día cualquiera, el olor a humedad de esta sala de espera no ayuda al estado de ánimo, el viejo reloj con su sonido estresante al pasar los minutos, los sillones rotos y desgastados, esa puerta que al abrirse dará el diagnóstico, es el día que marcó nuestras vidas.

El médico legista sale serio y me pide que entre a su consultorio con olor a antiséptico, tú estás recostada aún en la camilla, inmóvil, con tu carita triste y sus ojos lagrimosos, las palabras del galeno retumban en mi cabeza cuando confirma el abuso del que fuiste presa en manos de ese monstruo, ese despreciable ser que se sintió dueño de tu vida y tu inocencia. 

Su imagen en mi cabeza me tortura a diario, me desquicia, me lleva a un estado irracional de odio. La cárcel sería poco castigo para sus actos y aún con todo lo que hizo, sin importar que fueras su hija, con la corrupción que vivimos nunca la pisará. Y es cuando una idea se apodera de mi y comienzo a planearlo todo.

Una semana ha sido suficiente para estructurar cada paso, te quiero lejos de nuestra vida, donde no puedas volver a tocar esa alma inocente, que ninguna culpa tiene de que sus padres tengan la mente retorcida, porque lo que tú hiciste no tiene perdón y lo que haré yo no será de una persona sana, acabaste con mi estabilidad emocional y mental, y con ello la consecuencia viene implícita.

Te llamo para proponerte un trato justo, otorgarte el perdón por escrito a cambio de tu renuncia de derechos paternales, y sabía que aceptarías ya que si fuiste capaz de lastimarla de esa manera, es porque no te importa en lo más mínimo.

Llegas tarde, como siempre, me preguntas si puedes tomar un vaso de la cocina para servirte refresco, sabía que no lo aceptarías si yo te lo servía, así que te doy la libertad para que lo hagas, te muestro el documento otorgándote el perdón firmado, firmas la renuncia de derechos, y miro tu soberbia al tomar la pluma, crees que lograste lo que buscabas, arruinarnos la vida sin consecuencias, pero es una verdad a medias.

Te levantas para irte y llevas tu mano a la cabeza, el mareo se apodera de ti, volteas a ver el vaso de refresco y me miras con los ojos completamente abiertos antes de perder el sentido, así es, caíste en la vieja trampa.

Me pongo un traje de pintor completo, amarro mi cabello con una red y me pongo los guantes, como puedo te arrastro a tu carro y te meto en la cajuela, y comenzamos el viaje hacia las bodegas abandonadas en el sector industrial, allá donde ni un alma se atreve a entrar y los veladores ignoran cualquier sonido lejano gracias a la magia de Morfeo.

Al llegar, te arrastro hasta esa vieja camilla, donde ya las esposas esperan ansiosas aprisionar tus muñecas y tobillos, unos cinturones impedirán que te muevas, junto a la camilla se encuentra la mesa con instrumental nuevo y reluciente, un lugar semioscuro y solitario, donde aprenderás que con el dolor de una madre no se juega.

Despiertas un poco adormilado y te das cuenta que estás inmovilizado y con un retractor dental que mantiene tu boca abierta, pero no me arriesgaré a que tus gritos se escuchen en el exterior, pongo un poco de solvente en un algodón y lo pongo en tu boca, no quiero intoxicarte, sólo el suficiente para quemar tus cuerdas vocales y que no puedas emitir algún sonido que llame la atención de algún curioso.

Te tengo a mi merced completamente y no sé como empezar, hay tanto odio en mi que todo se me hace poco para transmitirte el dolor que atormenta mi corazón. Odio tus asquerosas manos y por ahí empezaré, tomo unas pinzas y comienzo a sacar lenta y dolorosamente cada uña, con un pequeño soplete quemo la parte interna de tus manos, después con mis propias manos fracturo cada uno de tus dedos hasta que quedan unas manos amorfas, sangrantes y ennegrecidas, justo las manos del monstruo que eres y que nunca más volverán a sentir.

Tu boca igual de repugnante me fastidia, así que con las mismas pinzas comienzo a sacar cada una de tus piezas dentales, algunas salen completas, otras sólo se quiebran pero igual te causa dolor, tratas de ayudarte con tu lengua pero sólo consigues que la pellizque tantas veces con las pinzas que con cada intento te lastimas más. Con un cautín candente, voy quemando y cauterizando cada espacio que queda para no ahogarte con tu propia sangre. Dicen que el dolor dental es el más fuerte, espero que sea cierto y que llegue a igualarse con el dolor que invadió mi espíritu con tus aberrantes actos.

Con la pinza aprisiono tus labios hasta reventarlos. Tomo un bisturí curvo, similar a una hoz, y comienzo a hacer cortes profundos en piernas y brazos, evadiendo las arterias pero asegurándome que el hueso sea raspado, se pensado usar un taladro pero una hemorragia de hueso te mataría en pocos minutos, me he asegurado de estudiar las técnicas dolorosas sin provocar la muerte y el raspado de hueso sin anestesia es una de ellas.

Después de cada incisión y surco, derramo ácido en tus heridas para quemarlas y que no sangren más, así dejo todas tus piernas y brazos trazados con surcos, esos mismos surcos que hicieron tus dedos asquerosos en un cuerpo inocente.

A tirones arranco todo tu cabello, hasta dejar calva tu cabeza. Con un martillo doy golpes en cada una de tus costillas, no muy fuerte para que no perforen tus pulmones pero sí para fracturarlas y con cada respiración sientas dolor en el pecho, hago lo mismo en las rodillas, los codos y los hombros, ese sonido hermoso del hueso al quebrarse o dislocarse.

Miro tus patéticas lágrimas escurriendo, lágrimas de sangre es lo que mereces y las tendrás, con una aguja hago trazos en tus párpados y pico tus lacrimales, ahora sí puedes llorar todo lo que quieras. 

Te contemplo y me das tanto asco que quisiera vomitar en tu boca para que sintieras el sabor de mi odio pero no puedo, te podrías ahogar o dejaría evidencias de mi saliva, así que me pongo unas uñas de metal en las manos y con furia comienzo a arañar todo tu cuerpo, hasta que no quede una zona de piel sin lastimar o arrancar, que quedes desollado a tirones y rasguños, una idea me llega a la cabeza, hago un torniquete en cada mano y en cada pie y con una pequeña sierra comienzo a cercenar tus retorcidas manos y tus pies, después pongo un trapo empapado en ácido para cauterizar.

Con unas pinzas saco tu lengua y con un cuchillo bien afilado la corto de tajo para después  cauterizar, tomo unos isopos, los remojo en ácido y los introduzco por tus orejas, no quiero causar daño cerebral, sólo quemar tus oídos para que no vuelvas a escuchar y enviarte al desquiciante mundo del silencio absoluto, y ahora lo más divertido, reventar tus ojos con un bisturí para después sacarlos de sus cuencas y volver a cauterizar. 

En un principio pensé en matarte cuando terminara pero sería muy poco castigo, si nosotras hemos de pasar toda una vida con esta cicatriz en el alma, tú también lo harás. Ahora no puedes ver, oír, hablar, ni comunicarte de ninguna otra forma, pero no me arriesgaré a ser delatada, te inyecto vía intravenosa una solución con el suficiente plomo, mercurio y cadmio para intoxicarte y causarte retraso mental, más no la muerte. Pongo formol en un trapo y lo pongo en tu nariz para adormecerte.

Todo lo pongo en una bolsa que enterraré muy lejos de aquí, te subo al carro en el asiento trasero y conduzco durante algunas horas hasta encontrar una zona adecuada para abandonar el auto. Camino algunas cuadras, llamo al servicio de emergencias desde un teléfono público y después tomo un taxi. Después de algunas horas llego a casa, subo a la habitación de mi pequeña para abrazarla, darle un tierno beso y susurrarle al oído "nunca más".

Al día siguiente llega la policía a hacerme preguntas, les digo lo que sé, que nos visitaste anoche, me entregaste tu renuncia de derechos y te fuiste, después de eso nosotras cenamos, nos fuimos a dormir y es todo lo que sé. Buscan evidencia en la casa pero no encuentran nada, todo quedó en donde nadie pueda encontrarlo. No hayan nada que pueda relacionarme contigo, ni una huella, un cabello y menos tu declaración, ya que tu estado físico y mental es lamentable, por no subrayar deplorable.  

Y así cada quien seguirá con su vida o lo que quedó de ella, cada uno con su dolor, luchando por superar nuestros fantasmas hasta el día de nuestro juicio final.

Por Sykanda



Comentarios

Entradas populares de este blog

Ser de la Oscuridad

La Puerta del Infierno

La Casa de la Tía Toña