Las Gemelas

Johana y Aline eran dos gemelas idénticas a las que siempre trataban como a una, siempre vestían igual, ambas dormían en la misma cama, iban a la misma escuela. Pero Aline percibía en tu interior que los sentimientos de su hermana no eran los mismos.

Aline era dulce, risueña, le gustaba dibujar paisajes, muy platicadora. Johana era callada, tímida, muy sería, en el colegio no hablaba con nadie y trataba de pasar el mayor tiempo sola.

Haciendo una maqueta para la escuela, Aline se cortó con un cúter, la sangre comenzó a brotar rápidamente, Johana que estaba recostada, se levantó inmediatamente, Aline no pudo evitar mirar los ojos excitados de su hermana al ver el líquido rojo y viscoso, su respiración comenzó a agitarse, la miró con ojos de deseo. En ese momento, Aline salió corriendo al baño a lavarse y curarse, estaba muy perturbada, no sabía si por ver su sangre o la expresión de su hermana.

Al día siguiente una compañera haría un trabajo de la escuela en su casa, se hizo tarde y ya chica decidió quedarse a dormir en su casa, Aline fue al baño para cepillarse los dientes y ponerse la pijama, pero al regresar no pudo contener el sentimiento de terror por lo que tenía enfrente.

La alfombra estaba empapada en sangre, su amiga era una masa de carne y plasma, Johana estaba en un rincón apretando fuertemente uno de los cuchillos de cocina, en lo único que pensó fue en meter lo que quedaba de su compañera en una bolsa y arrastrarla hasta las barrancas cercanas, pasó toda la noche lavando la alfombra.

Al día siguiente los padres de la chica hablaron a su casa, Johana miró fijamente a Aline cuando su madre le preguntó por ella, solo contestó que terminaron y se fue a su casa, Aline le reclamaba a su hermana su comportamiento, pero Johana solo se limitaba a ver a su madre, con aquellos ojos encendidos de malicia, de incertidumbre, una mirada que ella conocía.

Johana desistió y entró al baño, más traquila Aline fue a su cuarto y se quedó dormida, soñó que su madre le gritaba a Johana que debía tomar sus medicamentos. Al despertar, Aline estaba confusa, Johana no estaba ahí, le gritó a su madre, a su hermana, pero nadie respondía, comenzó a buscar por toda la casa.

Bajó las escaleras, comenzó a escuchar la risa nerviosa de Johana desde la cocina, entró y con horror vio a Johana que arrodillada ante el cuerpo sin vida de su madre, la veía con aquella mirada candente, llena de placer, de locura, con el cuchillo aún en sus manos, Aline gritaba lo más fuerte que podía, estaba aterrada, comenzó a marearse, su cabeza punzaba, un zumbido muy agudo comenzaba a desesperarla, cerró los ojos.

Al abrirlos, era ella la que tenía el cuchillo, la que estaba arrodillada ante el cuerpo de su madre, comenzó a hablarle a Johana pero ya no estaba ahí, miró las manos de madre, que sostenían un pequeño frasco de laboratorio, lo tomó para leer la etiqueta, quedó horrorizada, se dirigió corriendo a buscar algo al cuarto de su madre.

Ahí estaban los documentos que tenían prohibido tomar, era el expediente clínico de Johana, vagamente recordaba aquel psiquiátrico donde pasaba horas en silencio con ella, lo abrió y no podía creer lo que leía, así como en el frasco, su nombre era el que aparecía en el expediente, se sentía desorientada, era Johana no ella la que debía aparecer ahí.

El diagnóstico era contundente, trastornos esquizofrénicos derivados en personalidad múltiple, una alucinación aberrante a tener una hermana gemela llamada Johana, comenzó a ligar todo en su cabeza, una sola cama, la misma ropa, nadie hablaba con ella en el salón de clases, escasos recuerdos de la banca vacía donde su hermana se sentaba.

No era Johana, era ella quien había matado a su compañera y a su propia madre, ahora lo recordaba, trataba de obligarla a tomar los medicamentos mientras marcaba el número del hospital, corrió a la cocina, encontró el teléfono, su madre había alcanzado a marcar el número del Dr Peralta, su siquiatra de cabecera.

Johana nunca regresó, Aline nunca volvio a ser la misma, se le veía en su celda siempre acurrucada en un rincón. Sólo se movía para tomar sus medicamentos y comer, no deseaba salir de ahí, era el único lugar donde estaría segura que Johana no la seguiría.

Por Sykanda

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